¿Cuántas veces has dicho que quieres y vas a hacer algo y después no lo cumples? ¿Te has sentido frustrado por el resultado? ¿Te has preguntado por qué, si quieres algo, no simplemente lo haces? ¿Por qué será que queremos un cuerpazo pero no vamos al gym ni dejamos de comer chatarra? ¿Por qué, si queremos tener la casa siempre limpia, seguimos dejando mugrero?
Todos decimos que queremos muchas cosas pero pocos las hacen, pues desde que se inventaron las metas y las ganas de hacer algo, surgieron también las excusas. Te falta tiempo, hace mucho calor, hace mucho frío, te quedaste sin carro, tu cel se descompuso, tu amiga se enfermó… buenas, no creo que haya ninguna porque la neta todos la sabemos; si queremos realmente hacer algo, lo hacemos y punto. Pero podemos inventar unas más ó menos buenas, hay otras malas, y luego están las pésimas, las que te hacen decir, ¡qué mala barra! Pero hay otra que, para mí, es la más triste, las más cobarde, y la peor excusa de todos los tiempos.
LOS HIJOS
¿Cuántas veces no lo has dicho? Esss que yo quiero hacer ejercicio pero pues con los niños, ¡a qué hora! Ess que yo quiero pintarme el cabello, sacarme la ceja, pero no me dejan. Y los papás, quieren cambiar de trabajo, sueñan con abrir un negocio, ¿pero y las criaturas? Para todo les echamos la culpa a los pobres hijos, que por cierto, ni pidieron venir ni escogieron cuándo llegar al mundo.
«Si quieres hacer algo, encontrarás una manera, si no, encontrarás una excusa.»
A todos los que somos mamás o papás nos ha pasado, y la cruda verdad es que poner a los hijos de pretexto es sólo una manera mas de justificarnos. En realidad, los hijos deberían inspirarnos. Los hijos los «aprovechamos» de dos maneras: pueden ser nuestras anclas o nuestras más grandes alas. Es decir, que incluso si no nos damos cuenta, nos escudamos en el pretexto de ser papás para no hacer, para quedarnos anclados, atados y atorados en nuestras circunstancias actuales, o bien, son nuestro motor y motivación para hacer todo lo que nos propongamos y, eventualmente, ser su modelo a seguir. Y ojo: ¿te has puesto a pensar que no por el sólo hecho de que seas su papá/mamá, tu hijo «de grande» va a querer ser como tú? De pequeños tal vez los niños crean eso, pero la verdad es que a medida que crecen (como todos lo hicimos), se van dando cuenta de que sus padres tienen también errores.
Por supuesto que los niños vienen a ser prioridad en nuestras vidas y definitivamente de alguna u otra manera nos hacen redefinir nuestros proyectos o metas; lo que hoy quiero decirte es que redefinir no quiere decir abandonar. Sí, son lo máximo, pero recordemos que los hijos son prestados y tarde o temprano harán sus propias vidas, y mientras tanto ¿qué onda con tú vida?. No importa la edad, los hijos siempre seremos parte de tus nuestros padres y así, nuestros hijos de la de nosotros. Una parte, no nuestra vida entera.
PRÁCTICA
Te invito a que reflexiones en tus creencias y actitudes respecto a tu papel de papá/mamá. ¿Te limita, o te impulsa? El ser padres definitivamente cambia la vida, pero no debería afectar negativamente tu mundo ni tu esencia, sino todo lo contrario. Los hijos mejoran nuestra existencia en todos los sentidos y, a través de ellos, es la mejor manera que tenemos de trascender.
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Gracias por leerme. Con cariño,
– Marcia.