«El secreto del éxito es aprender a usar el dolor y el placer, en vez de que el dolor y el placer te usen a ti. Si haces eso, tienes el control de tu vida. Si no, la vida te controla a ti.» – Tony Robbins
Cuando somos adolescentes y experimentamos algún tipo de dolor emocional, como un fracaso, la decepción de un/a amigo/a, la terminación de un noviazgo… lo vemos como el fin del mundo. Pero conforme pasa el tiempo y acumulamos más y más experiencias, es ese mismo dolor el que nos hace crecer y madurar emocional y espiritualmente.
Cuando somos adultos, resulta que vemos que aquello que pensamos trágico cuando éramos más jóvenes, ahora lo entendemos como una simple lección de vida. Ahora tenemos otro nivel de dolores, quizá la dificultad de enfrentar una difícil situación económica y la responsabilidad de sacar adelante una familia, el fracaso en el trabajo o el negocio, empezamos a despedir a nuestros abuelos y algunas veces perdemos a nuestros papás, una separación o divorcio… ¡la vida es dura!
Afortunadamente, si vivimos adecuadamente las anteriores etapas de vida, ahora sabemos que el dolor es el mejor maestro de vida, y que bien podríamos tratar de evitar al máximo el sufrimiento, pero entonces dejaríamos de disfrutar y, ultimadamente, de vivir.
Y es que, hemos aprendido que no hay arcoiris sin tormenta.
Puedes vivir ajeno al dolor, pero sólo lo puedes conseguir cuando te cierras al máximo a experimentar el mundo y las relaciones humanas. Mientras goces y vivas como vale la pena, necesariamente experimentarás algún tipo de dolor.
¡Y eso está bien! Hay que aprender a ver el dolor como el amigo, y no al contrario.
Las mejores y más gratificantes experiencias de vida, son agridulces.
«Life is either a daring adventure or nothing.» – Hellen Keller
Como cuando nos casamos, estamos felices por construir una nueva vida al lado del hubby o la wifey, pero no es lo más fácil dejar la seguridad de nuestros padres, la comodidad de la casa, la convivencia diaria con los hermanos y hermanas.
Tener hijos, es lo más hermoso que nos puede pasar como seres humanos, pero al ser (desde mi punto de vista) la paternidad y la maternidad la mejor escuela de crecimiento personal, por supuesto, duele. Duele (intentar) deshacerse del egoísmo, perder total control sobre tu tiempo (¡y tu vida!), duele regañarlos y verlos llorar, duele el dolor de los hijos.
Sí, la vida es dolor. Pero sin dolor, no hay vida.
Es triste la decepción pero más triste no tener de qué decepcionarse. Es triste el desamor pero más triste nunca enamorarte. Es triste perder pero más triste no intentar.
Vivir, duele, pero duele más sólo existir.
Así que, te invito a dejar de sobrevivir y vivir a plenitud. Suéltate. Ama, perdona, equivócate, te van a lastimar, y también vas a lastimar. Crea historias que valga la pena contar. Porque vale la pena vivir.
Acuérdate de que sólo se vive una vez, pero bien vivida, una vida es suficiente.
Como siempre, gracias por leerme.
Ahora, es tu turno. Cuéntame, ¿cuál es ha sido tu mayor dolor y qué aprendiste de él?